A continuación, sigue un nuevo texto reflexionando sobre las movilizaciones populares y la insurrección en Asunción, Paraguay, en cuyo contexto el pasado 31 de marzo, de forma auto-organizada y espontánea, se dio rienda suelta a la rabia acumulada, se prendió fuego al edificio del Congreso Nacional y se destruyeron y saquearon numerosos comercios y centros de explotación entre duros enfrentamientos con la policía y los militares.
En el comunicado se habla también del papel apagafuegos y difamador que está jugando, como de costumbre, la izquierda, tanto la parlamentaria como aquella que presume de «comunista» pero que reproduce las mismas acusaciones y falacias infames de siempre con tal de intentar contener y/o silenciar los impulsos rebeldes que escapan a su control, a sus aburridos programas y a su polvorienta palabrería decimonónica con olor a museo de historia.
Para más información de los acontecimientos a los que hace referencia el texto, aconsejo leer también los dos textos publicados previamente al respecto en el siguiente post de este blog: Paraguay – Reflexiones sobre las movilizaciones populares del 31 de marzo y la quema del Congreso Nacional en Asunción
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Quienes tachan de ‘vándalos contra la voluntad popular’ [i] a los rebeldes que quemaron el congreso y se enfrentaron a las fuerzas de la represión, quienes hablan de ‘grupos violentistas’ [ii] o ‘barrabravas pagados’ refiriéndose a los que instalaron barricadas y prendieron los fuegos insurrectos en las calles del microcentro asunceno en la noche del 31 de marzo, sólo pueden ser nuestros enemigos.
Lo que ellos ven como ‘saqueos y vandalismo de lugares públicos’ [iii], nosotros lo vemos como un hermoso acto subversivo, un ataque a uno de los centros de la autoridad, del poder. Prenderle fuego al teatro del engaño que encierra el parlamento, a las perdidas ilusiones democráticas con sabor a dictadura… Al odiado edificio dónde a diario se reúnen cómodamente los verdugos que mienten, manipulan, causan pobreza, decretan miseria, legalizan el desastre ambiental y la militarización y demás prácticas asesinas…
Muchos lo habrán deseado, intentado, quizás proyectado. Las llamas no pueden sino dibujar una sonrisa sobre el rostro de los subversivos en Paraguay y más lejos ¡Por fin! ¡Por fin un claro acto de ataque dónde tanto tiempo han reinado la sumisión y el cinismo!
Mientras la izquierda lamentaba la ‘inacción y complicidad’ [iv] de lo que ellos denominan ‘las fuerzas de seguridad’, la policía asesinaba, disparaba y torturaba. Así cayeron las últimas máscaras, las dudas, si es que quedaba alguna, sobre el papel de la izquierda paraguaya, desapareciendo hoy más rápido que los montes del Chaco.
Únicamente pueden llamar al diálogo y a la paz [v], los que se acomodaron en las bancadas parlamentarias, o los que aspiran a ello. Las oprimidas del Paraguay viven la violencia todos los días, incluso en tiempos de paz y democracia. Violencia en el campo con su soja, glifosato, militares y sicarios, violencia del trabajo esclavo y alienante, violencia de vivir en una choza. Violencia de verse obligado a vender porquerías para sobrevivir, de pedir limosna, de humillarse para recibir unas lucas de algún cheto. Violencia también la del machismo y la homofobia.
La supuesta paz que anhelan no existe. Y gran parte de las oprimidas lo saben muy bien. Otras muchas tienen claro el siniestro juego oportunista de la izquierda, dispuesta a tenderle su mano a la derecha más rancia, únicamente con el fin de reconquistar su parcela de poder. Un funesto juego estratégico del que millones son y serán víctimas. Asimismo nos daremos cuenta de que todo intento de diálogo con los verdugos del poder no es posible ni deseable porque es, y será, siempre falso.
Sin conquista del poder no hay posibilidad de cambio, nos dicen los marxistas, y con ellos la mayoría de los luchadores sociales en el país. Lógica que les ha conducido al mismo juego político del enemigo. ‘No hay nada que se parezca más a un representante de la burguesía, que un representante del proletariado’, escribió alguien hace tiempo. Precisamente por ser representantes, mujeres y hombres políticos.
El problema no reside en quién tiene el poder, sino en el poder mismo. No reside en la cabeza pensante del Estado, sino en el Estado mismo. Y quedó claro en la época de Lugo, con las propuestas privatistas, la ley antiterrorista y la militarización del Norte, por citar un par de ejemplos.
El hecho de que muchos dirigentes, veteranos de duros combates, estuvieran en el poder, ocupando cargos y/o brindando apoyo ‘crítico’, desmovilizó y pacificó dramáticamente muchas luchas. Logrando una represión más eficaz de lo que cualquier gobierno colorado pudo haber imaginado después de la dictadura. Las voces críticas le “hacían juego” a la derecha, mientras las más audaces, eran reprimidas como siempre. Todo eso no es sorprendente, sino la lógica consecuencia de las ideas políticas de la izquierda partidaria, incluso de su versión más radical.
Mucho se ha hablado en los últimos días de manipulación política. Lo ocurrido en el fondo, es un conflicto interno de élites. No cabe duda de que en la base existe la rivalidad entre los grupos del poder, dónde el pueblo es únicamente espectador y/o peón. Pero, como bien señalaron compañeras anarquistas en otro texto, la quema del congreso y los disturbios no estaban en los planes de la élite, pero sí estaban en las ganas de los rebeldes. Así se pudo, por un momento, expropiar el conflicto, escapar al control del poder. Y esta es la grieta que hay que rescatar.
Más de un marxista [vi] se ha referido a los hechos como una réplica de la quema del parlamento alemán en manos de Marinus van der Lubbe en el año 1933. Afirman que se trata de una operación de bandera falsa, y que a la derecha lo utilizará para reprimir a la izquierda, tal como hicieron Hitler y los nazis después de la quema del Reichstag, sirviéndoles como pretexto para la persecución, entre otros, de los comunistas alemanes. Comparación que engorda la larga tradición comunista de falsificación de la historia. (También en 1933, se hablaba de provocación e incluso afirmaban que van der Lubbe trabajaba para la policía).
Marinus van der Lubbe era un joven proletario holandés, contrario a los partidos, el parlamentarismo y el sindicalismo, y a favor de la autonomía y la acción directa de las clases oprimidas, en pocas palabras, un revolucionario comunista consejista.
Días después de que los nazis llegaran al poder democráticamente, el holandés llegaba a Alemania a pie. Ya en Berlín asistió a mítines obreros y propuso a otros proletarios organizar una manifestación contra los nazis, quiénes le contestaron remitiéndole al partido comunista, en poder de la última palabra.
En aquella época, el Partido Comunista Alemán practicaba la política de “discutir con los fascistas para llevárselos hacia sus posiciones”. ‘Inclinarse ante la nueva correlación de fuerza y dejar que los fascistas se cansen en el poder. Todo acto de violencia será denunciado por el partido comunista como provocación y sus autores excluidos de las filas proletarios como agentes del fascismo’, llegarían a afirmar, repudiando toda resistencia espontánea.
Ante la total inacción de tantas oprimidas, Marinus decidió actuar por cuenta propia. No sólo contra los carniceros nazis, sino también contra el sistema democrático que los había llevado al poder. Y así prendió fuego al Reichstag con unos paquetes de fósforos.
¿Como podrían los estalinistas entender esa acción? ¿Esa mezcla de ideas subversivas y acción individual? En lugar de ver una antorcha llamando a la insurrección contra el terror nazi, se cegaron ante un complot de aniquilación a su partido. En lugar de reconocerlo como un hermoso acto de rebelión, un aliento de resistencia, una prueba incansable de lucha incluso en pésimas circunstancias… Solamente vieron provocación. El por qué de su ceguera es simple: nunca podrán entender gesto tan generoso, los que buscan dirigir, gestionar y ‘guiar a las masas’.
Tanto la derecha como la izquierda intentan sembrar confusión, confusión que conduce a la inacción y la resignación. Sin embargo, los hechos se nos presentan claros y los disturbios del 31 de marzo son el primer paso.
Es necesario actuar, de otro modo, las fuerzas políticas tendrán cancha libre para hacer su juego sucio. Y eso podría culminar con la recuperación de la izquierda, o aún más probable, con la derecha consolidada en el poder. Perdiendo las oprimidas en ambos casos y sin dudar, los poderosos, en alentar una guerra civil, al ver amenazados y en peligro sus privilegios.
Por esto es necesario la ruptura con la política. En lugar de cálculos políticos, de estrategias de conquista de poder, hay que apostar por la acción directa llevada a cabo por las oprimidas mismas, sin que nadie les diga cuándo y cómo tienen que actuar. Decidiendo ellas mismas cómo llevar a cabo sus luchas desde la autonomía.
Únicamente aquellos que desconfían de las capacidades de las oprimidas para dar forma a su propio destino, sus luchas y su emancipación, determinan necesarios los pastores, los partidos de vanguardia o los grupos de ilustrados que muestren el camino. Y sólo los pastores pueden temer al juego subversivo entre el acto individual y la proyección social insurreccional.
Entre las oprimidas del Paraguay existe una larga experiencia de luchas contra el poder, especialmente en el campo pero también en las ciudades, es el caso de la ocupación. Muchas veces esas luchas se pierden en el camino, no por falta de resistencia o por desgaste ante la represión, sino porque los rebeldes acaban por confiar en un líder o en la política.
Romper con esa dinámica sería un paso hacia adelante. Una vez allí, los subversivos pensarán en el próximo paso a seguir. Porque si bien, el parlamento es uno de los brazos del poder, los tiempos en que los rebeldes hacían la revolución tomando palacios y defendiendo barricadas, han quedado atrás.
Hoy día el capital y la autoridad residen en muchos lugares. Es cierto que las instituciones forman parte de esa red, y la policía, pero la opresión y la explotación también se encuentran en las tecnologías que nos imponen, en las infraestructuras que facilitan el control, el saqueo capitalista, y en las relaciones entre nosotras.
Por el asalto a esta realidad, a sus defensores y sus falsos críticos.
Por la anarquía
“Queremos acabar esas luchas políticas que ocasionan derramamientos de sangre obrera promovidos por esos ambiciosos para elevarse al poder; los obreros deben pelear para su emancipación y no para nuestros explotadores.
[…]
Queremos destruir toda forma de gobierno porque mientras existan autoridades también existirá tiranía; podremos cambiar de tiranos, pero siempre tendremos la misma tiranía; esto es, mientras existan hombres que quieran oponer su voluntad a los demás hombres, no existirá para la humanidad ni un síntoma de libertad.
[…]
Queremos una sociedad comunista […] queremos una sociedad anárquica; que no haya poder autoritario. […] Como se comprende, el comunismo es la verdadera igualdad y fraternidad, y la anarquía es la completa libertad individual y la verdadera justicia y ambos constituyen una sociedad armónica, civilizada y de progreso.
Por lo tanto, compañeros del mundo entero, si queréis ser libres y concluir de una vez con esa plaga langostera burguesa para que no aparezcan en las generaciones futuras, es necesario unirnos las manos callosas a través de las fronteras, cuya unión se irá practicando con la formación de grupos de afinidad completamente libres y propagando las ideas comunistas anárquicas en los cafés, fondas, teatros, centros y convocar reuniones libres.
Grupo de afinidad es la unión de varios individuos con el deseo igual de ejecutar una misma cosa; por ejemplo, un individuo es apto para la propaganda hablada, puede unirse con otros individuos de igual aptitud y formar un grupo para convocar reuniones, […] es de espíritu revolucionario, que busque individuos revolucionarios y organizar un grupo de acción revolucionaria y así sucesivamente se van uniendo por la ley de afinidad, ley que no está escrita en ningún código porque es una ley natural e inviolable. La unión de este sistema tiene la ventaja de que todos los individuos proceden libremente en todo aquello que juzguen conveniente, sin verse obligados por ningún reglamento ni someter sus acciones a la aprobación de nadie, esto es, no es necesario ningún estatuto ni reglamento, como tampoco ningún presidente, ni secretario. Es el único modo de obrar libremente y abolir camarillas de zánganos y plantear un régimen económico. Esta forma de organización, de propaganda y acción tiene la facilidad de multiplicarse constantemente y en todas las direcciones, es fácil también burlarse de las pesquisas policiales porque no se archivan documentos ni se levantan actas de acuerdos como tampoco existe ningún centro determinado y está en todas partes puesto que cada individuo es un sujeto de la actividad.”
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Cita sacada del “Manifiesto Anarquista”, del grupo ‘los Hijos del Chaco’, Asunción del Paraguay, enero en 1892.
Notas:
[i] Comunicado del Partido Convergencia Popular Socialista (PCPS)
[ii] La versión paraguaya del Incendio del Reichstag, Luis Agüero Wagner
[iii] Comunicado del PCPS
[iv] Ibidem
[v] Ibidem
[vi] Luis Agüero Wagner, Osvaldo Zayas, Celso Guanipa Castro, entre otros